Pero mientras daba un paseo realizando fotos, me he encontrado con un rosal que todavía tenía una rosa roja y esto me hizo reflexionar sobre la decisión drástica que tiene que tomar un árbol caducifolio, cuando se deshace de su bien más preciado (sus hojas) con la seguridad de que al llegar la primavera surgirán hojas jóvenes y fuertes. Es una apuesta arriesgada porque durante el periodo inverval, pueden pasar infinidad de cosas que alteran dicha seguridad.
Por eso cuando observo un paisaje otoñal, por muy bonito que sea el despliegue de colores y matices, yo solo veo vejez y decrepitud. En cambio una rosa...
¿qué opináis?
Si. El ototño tiene siempre ese toque melancolico pero tanto como decrepitud. No seas abuelete.
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